El siglo XX ha visto surgir cuatro importantes giros filosóficos: el lingüístico, el pragmático, el cognitivo y el experimental. La tesis de esta ponencia es que estos giros no han concluido y que, enhebrados entre sí y fecundizándose mutuamente, podrían constituir el elemento de originalidad filosófica del siglo XXI. Esta revolución, sin embargo, no tendría por qué desplazar a otras formas de hacer filosofía que probablemente coexistirán con ella. Si la hipótesis es correcta, la evidencia empírica desarrollada en las diversas ciencias, particularmente en las ciencias cognitivas, tendrá un importante rol para justificar o cuestionar propuestas filosóficas que en el pasado se quedaban en el ámbito de la especulación. Aunque seguramente la filosofía seguirá siendo, como siempre lo ha sido, análisis conceptual, la ponencia se propone discutir de qué manera la evidencia empírica contribuirá en su desarrollo y hasta qué punto esto generará una mayor interacción entre filosofía y ciencia. Probablemente ese sea también un criterio importante para demarcar entre posiciones filosóficas, así como también para evaluar el impacto que estas tengan en las vidas de las personas.